La Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo lo ha dicho mil veces por activa y por pasiva: los riesgos más importantes a los que se enfrenta el trabajador del siglo XXI son los relativos a los aspectos ergonómicos y psicosociales.
Y sólo en aquellos países industriales y socialmente menos desarrollados siguen, seguimos, preocupándonos por los riesgos más urgentes (seguridad e higiene) todavía por controlar.
Al hablar de los factores psicosociales, nos referimos a las características de cada puesto laboral en función del contenido y cantidad de tareas desarrolladas, del estilo de supervisión con el que los mandos lideran los equipos, de las posibilidades de relación interpersonal en el puesto, de la influencia y participación en planificaciones, ritmos, y objetivos por alcanzar, de la cohesión de los equipos, de la gestión de los tiempos, de los flujos de información (horizontal, ascendente y descendente), de las opciones de comunicación (formal e informal) y un largo etc.
Conozco a una cuantas personas de diferentes empresas y sectores de producción que no pueden evitar sonreír al oír hablar de tales riesgos laborales. Pertenecen tanto al sector “encorbatado” como al del “buzo lleno de grasa”.
Esta gente “antigua” no puede dejar de rememorar los tiempos gloriosos en los que los hornos altos y su industria subsidiaria determinaban el desarrollo económico y social y quieren que aquella realidad les sirva cómo rasero de nuestro tiempo actual, conteniendo incluso los riesgos de entonces.
¿Qué podemos hacer para que las personas de nuestra empresa se pasen horas y horas realizando su trabajo con un alto nivel de dedicación y al mismo tiempo disfrutando de su tarea?. Mejorar los factores psicosociales de sus respectivos puestos y aplicar los conocimientos experimentales de la psicología organizacional positiva.
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