domingo, 13 de abril de 2008

El Gran Hermano


Fenomenal artículo de Juan Carlos Olazábal al que no hace falta añadir nada. Habla por si sólo. Yo solamente quiero dedicárselo a l@s farmacéutic@s de A.P.

El enviado del Gran Hermano penetró en la sala. Seguro de sí mismo, poseedor de la verdad absoluta, a la que representaba, puso en funcionamiento el ordenador y el «cañón», tomando asiento al mismo tiempo que la presentación del Power Point se proyectaba al frente. La expectación era máxima; la atención, extrema; el silencio, absoluto. Era Él.

Sin piedad alguna, sonriendo con condescendencia, de forma sistemática, fue desgranando una a una las dramáticas tergiversaciones del artículo. La aparente efectividad del fármaco, avalada por su publicación internacional en una revista de prestigio, fue depurada de forma implacable. ¿Estaba la muestra sesgada? ¿Eran estadísticamente significativos los resultados? ¿Estaba la unidad incluida en el intervalo de confianza? ¿Coexistía significatividad clínica? ¿Se podían extrapolar las conclusiones a nuestro contexto? ¿Cuál era el coste de cada uno de los objetivos conseguidos?

Los enigmáticos acrónimos -RR, RA, OR, RRR, NNT, p, IC...-, enlazados en un rosario teológico demoledor, iban revelando nítidamente las argucias y falsedades subyacentes a aquél. A medida que la exposición avanzaba, el registro sismográfico en la telepantalla detectó un incremento progresivo en la amplitud de oscilación de las ondas P que se tornaron S justo en el instante en que el ponente, con una amplia sonrisa, ahora de triunfo, experimentaba las primeras contracciones pelvianas que anunciaban lo irremediable.

El resultado, concluyente, demoledor, refrendaba el contenido de las misivas que desde la sección de eu-farmacia del Ministerio de la Verdad se recibían mensualmente, como admoniciones reiterativas. Una vez más, el enemigo nos estaba engañando, y el gasto sanitario se disparaba por nuestra imperdonable culpa y torpeza. Era preciso un esfuerzo adicional para corregir esta peligrosa tendencia, que se materializaría en el lema asignado a la colectividad: «Vd. necesita mejorar.»

Saliendo a duras penas del éxtasis envolvente, un asistente patolingüista -babeante de placer- solicitó enérgicamente la ayuda del Ministerio del Amor y de la Policía del Pensamiento para perseguir implacablemente el ignominioso pecado en que elementos subversivos incurrían por falta de compromiso con el Gran Hermano: exceso de individualismo, librepensamiento y excentricidad. Otro solicitó que el Ministerio de la Abundancia siguiera con su ejemplar política sanitaria, detrayendo cantidades crecientes del capítulo de salarios y material sanitario y realizando aportaciones suplementarias para el fondo de revelación, re-educación y de-información, para alcanzar el adecuado cumplimiento del plan de reformas cognitivas y del pensamiento correcto de la colectividad.

Por un fugaz instante alguien se preguntó cómo era posible que el Gran Hermano hubiera incluido en la prestación sanitaria aquel fármaco, mucho más caro que su copia anterior, si no era más efectivo, y por qué se le imputaba a él un gasto de fármacos que otros médicos recetaban en el hospital. Se preguntó sobre el silencio total acerca de los cuantiosos millones de euros que las distintas comunidades habían invertido en sistemas informáticos disfuncionantes e incompatibles entre sí..., pero al instante, siendo consciente de su crimen, mirando de reojo a la pantalla, se juró asistir sin falta a la catequesis semanal que impartía la unidad de instrucción sanitaria.

Antes de despedirse, el insigne visitante insistió con complacencia en que los recientes datos del Ministerio de la Verdad habían llenado de satisfacción y optimismo al Gran Hermano, al situar nuestro sistema sanitario como uno de los mejores y más eficientes del mundo.


2 comentarios:

Juan Jose Bilbao Larrañaga dijo...

Y si a Rocambole le ha gustado el artículo de Olazabal...¿Como explica su reflexión en el anterior post?
Entiendo que registrar es preciso con suficiente base teórica.
El problema surge cuando se trata de aplicar el principio teórico, porque quien pone las condiciones de registro pervierte el principio teórico.
Afirmar, sin vergüenza, después de 20 años que se carece de "registros" y que ahora se cuenta con las condiciones, define al imbecil sin límite, que trata de que los demás seamos más imbecil que él.

Lis Ensalander dijo...

Estimado Don Juan Jose: Inspiración , espiración, relajación.

Espero que lo del imbécil sin límite no sea por mí, aunque a estas alturas me lo tomaría con resignación cristiana y con humildad, pues seguro que me lo merezco.

Prometo (en falso) no volver a defender mis principios en publico pero sigo pensando que el futuro está más en la línea de Borrel y Gené (de mi último post) en el que habla de empresarializar los equipos de salud.

Y si somos empresarios de nuestro negocio, creo que cambiarían muchas actitudes al respecto (aunque sea tan legítimo no sentirse como tal y preferir que otros dirijan el cotarro).

Sinceramente creo que la congruencia de las dos opiniones en los dos post, es esa. Yo no quiero que mande ni Dios. Quiero ser autónomo y autogestionario. Pero eso exige enfrentarse al reto con unos criterios que son los que defiendo, tanto cuando no quiero que me vendan el Gran Hermano su "lavadora" como cuando defiendo, que si me tengo que jugar los cuartos con un colega, quiero saber lo que hace cada uno (Medir, medir y medir).

Amen